El hecho tuvo lugar en el mediodía de ayer en las afueras de la Municipalidad de Caleta Olivia, cuando dos camionetas Ford Ranger de color blanco y casi idénticas, estacionaron en la zona que da frente al edificio comunal. Una de las conductoras, una mujer que transportaba a sus dos pequeños hijos, de 4 y 8 años, se bajó de la camioneta, sin tomar muchas precauciones porque dejó la llave de encendido puesta. Los chicos se quedaron callados y tranquilos esperando el regreso de su mamá que entró al sector de Rentas o Tesorería comunal.
Mientras tanto, el dueño de la otra camioneta de características similares, salió del mismo edificio y, quizás aturdido por los trámites burocráticos, se subió a la Ford de la mujer pensando que era la suya. Al principio no se dio cuenta del gran error. Despistado y ensimismado en sus problemas, el hombre encendió la camioneta con naturalidad, y hasta manejó varias cuadras enfilando para el sector de la costanera. Los niños, de acuerdo a lo que se pudo reconstruir, estuvieron callados durante un largo rato, sin saber qué pasaba. El hombre seguía manejando hasta que escuchó que desde los asientos traseros un chico empezó a llorar y a decir: “Mamá, mamá”.
El abstraído conductor dio vuelta su cabeza y quedó sorprendido al ver a dos niños desconocidos que estaban compungidos e implorando por su madre. Inmediatamente se percató del detalle de la cabina, y se dio cuenta de que no era su camioneta. Es así que dio la vuelta rápidamente para devolver el vehículo y buscar el suyo.
Mientras todo eso sucedía, la mamá desprevenida salía de hacer los trámites municipales. Allí se dio con la horrible sorpresa de que le habían robado el auto con sus hijos adentro. Pensó mil cosas, que quizás era un secuestro de sus hijos. Con toda la angustia, ella corrió hasta la Seccional Primera de Policía a hacer la denuncia. Esa comisaría está a la vuelta de la Municipalidad, a cien metros, según publica La Vanguardia del Sur.
Cuando la mujer radicaba la denuncia desesperadamente en la oficina policial, en ese preciso instante, el atribulado conductor llegaba con la camioneta equivocada y con los angustiados niños detrás. Probablemente con cierta vergüenza, el hombre dejó estacionada la camioneta y se subió a la suya para continuar con su alocada mañana. 

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