Se trata de Manuel Marcelino Gutiérrez, quien era empleado de Correo Argentino. El 3 de noviembre de 2009, la Policía halló en su casa 26 bolsas de consorcio repletas de correspondencia. Algunas piezas estaban abiertas, otras databan de 2007. El material estaba repartido por varios ambientes, incluso dentro del lavarropas.
El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia ordenó que las cartas secuestradas se entreguen al Correo. La empresa deberá designar a una persona para que confeccione un inventario de los sobres y por fin los entregue.
El descubrimiento fue casual. El hombre –de 45 años- había sido denunciado por su suegra por presuntamente golpear a su hijo. Cuando por orden del juez Gustavo Castro se allanó la vivienda que alquilaba, los agentes no vieron rastros de violencia familiar pero sí las bolsas. Revisar cada una llevó horas.
LA EXPLICACION
En su relato, el condenado explicó que en a la fecha del allanamiento estaban “tapados de trabajo” y sin personal en el Correo. Llevaba las cartas a su casa para organizarlas por barrio y después entregarlas. “No le daban los tiempos para repartir ni sabía que fuera delito llevar la correspondencia al domicilio para adelantar trabajo; el propio sistema lo obligaba a eso”, informó Diario Jornada.
“Nunca se guardó nada e intentaba cumplir mínimamente con el trabajo ante la gran cantidad para repartir: no podía repartir más de 200 cartas y le entraban 500. No le daban los tiempos”.
Arrepentido, Gutiérrez reveló que pedían permiso para sacar cartas fuera del horario de trabajo y prepararlas para el otro día.
La que revisaba las cartas era su suegra, advirtió ante el Tribunal. “Las empezó a guardar y después no las pudo entregar”.
Carlos Landriel, jefe de Distribución de Correo Argentino de Madryn, se enteró por la radio. Los llamaron para entregarles las cartas simples. Eran de los radios que tenía asignados Gutiérrez.
El jefe explicó que las cartas simples se dejan en buzón o bajo puerta. “La correspondencia le había sido asignada para su distribución”, confirmó. Las auditorías arrojaron resultado positivo: no había reclamos y “las personas se manifestaban contentas y conformes con Gutiérrez cuando se las consultaba”. Igual los carteros se quejaban por tanto trabajo. La correspondencia hallada era de diferentes partes de los radios; era muy difícil detectar el delito. Gutiérrez fue despedido.
LA CONDENA
La condena indica que el cartero se quedó con 19.302 cartas que debió entregar oportunamente, algunas casi dos años antes del hallazgo.
“No cumplió con sus deberes laborales y quebrantó la confianza que la ciudadanía deposita en el servicio público de correos, encargado de la recepción y entrega de misivas, cuya inviolabilidad está garantizada por la Constitución”. Sus explicaciones no sirvieron ya que tenía las vías legales para devolver las piezas no repartidas.
Según el fallo, Gutiérrez “incurre en doloso abuso de su empleo cuando esconde piezas postales que le fueron dadas para entregar, intencionalmente y sin autorización, poniéndola fuera de la vista de terceros, y vulnera con su actuar la garantía de inviolabilidad”.
La ley garantiza la intimidad de la correspondencia frente a su posible violación pero también “el efectivo cumplimiento de la comunicación entre los habitantes mediante misivas que transmiten el anoticiamiento de circunstancias vitales, de mayor o menor trascendencia”.

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