Por Sylvina Walger -  La Nación
Sorprende que la actual dirigencia argentina no conozca la diferencia entre ganar o perder una guerra. Las guerras se ganan o se pierden, no hay intermedio. Al vencedor no le importa si el que la desató fue Calígula o los kirchneristas. Al perdedor no le caben las protestas sino someterse, rehacerse y recurrir a un diálogo inteligente y no agresivo. Dicho sea de paso, el Atlántico sur esta nuclearizado desde entonces y los británicos, también desde entonces, miman cariñosamente a los isleños. El Informe Rattenbach lo tengo completito desde 1985.
En 1871 la Alemania imperial de Bismarck manoteó los territorios franceses de Alsacia y Lorena. El nacionalismo malsano que desarrollaron ambas potencias desembocó en la tragedia de la Primera Guerra Mundial con la previsible derrota de Alemania. En 1940, durante el Tercer Reich, los territorios volvieron a ser anexionados por Hitler, hasta que en 1944 los ejércitos aliados las recuperaron para Francia. A Ángela Merkel no se le ocurre reclamárselas a Francia.

La malsana aventura de 1982 que Borges, sabiamente, calificó como una "huida hacia delante", pretendía utilizar una gesta sensible para los argentinos (años de escribir que las Malvinas son argentinas y después no figuran en los mapas) en beneficio de los militares. Es lo que fue y lo que esperamos no se pretenda repetir ahora. Hace treinta años el país hacía agua y los militares, más duchos en torturar que en gestionar, temiendo que el descontento social se los llevara puestos (y perder el consenso social que les permitió las tropelías conocidas) inventaron la proeza de invadirlas militarmente.
Nunca, que recuerde, a ningún gobernante se le había ocurrido utilizar la causa de las islas en provecho propio. Malvinas que, como Maradona, Gardel y el gauchito Gil entre algunos más, son emblemas de la argentinidad. De aquella época, el multipremiado "Malvinas, la trama secreta", escrito por Ricardo Kirschbaum, Oscar Cardozo y Eduardo Van der Kooy, cuenta como nadie los entretelones de cómo se gestó ese descalabro que nos humilló en todo el Planeta.

La respuesta popular fue inmediata. La Plaza de Mayo (faltaba más) se pobló como en las buenas épocas. Solo que esta vez los intelectuales más prestigiosos y críticos marcharon junto a los victimarios haciendo alarde de todo el cotillón nacionalista local. Saltaron, amenazaron y entonaron a coro "el que no salta es un inglés". El mismo estribillo que, infantilmente, recrea hoy Moreno en una bandera que cuelga de sus oficinas (¿cuántos años tiene? Moreno, claro) y vivaron al cruel general alcohólico. Porque la patria es lo primero.
Condenada desde un principio a la derrota, la guerra se perdió. Sus estrategas (émulos de Francesco Schettino, el comandante del Concordia), condujeron a la muerte a una respetable cantidad de jóvenes argentinos de clase media (pocos) y el resto muy para abajo. Y a los que una vez retornados al continente se los abandonó a su suerte y a sus derrapes mentales. "País solidario" se suelen ufanar, al menos en la televisión.

Sorprende también que ningún opinador oficial o la misma Presidenta no se hayan molestado en ojear la historia inglesa y comprender cómo llegaron a ser un Imperio. Resulta interesante conocer el precio que pagó la India, Mahatma Gandhi mediante, para conquistar su independencia. Gandhi predicaba la resistencia pacífica, sus seguidores (casi toda India) se acostaban en el suelo y taponaban las calles. Los tanques ingleses les pasaban por encima sin enterarse de quien estaba abajo.

Los británicos a esta altura deberían haber aprendido que gobierne quien gobierne, las Malvinas son el comodín cuando el país se pone quisquilloso. Comodín que los actuales mandamases acaban de obsequiarle a Cameron cuyos desmanejos lo han distanciado no solo de su propia coalición (no hablemos del pueblo), sino de la Europa de los "merkozy" como se conoce a la estrecha alianza formada por Nicolás Sarkozy y Ángela Merkel, erigidos en vigilantes del desquicio en que se ha convertido la Unión Europea.
El ajuste "griego" que la Argentina ha comenzado a aplicar, después de habernos convencido que estábamos a punto de ser potencia, los resonantes casos de corrupción y represión que llegan desde el gobierno auguran tiempos menos felices que los que describen propagandistas oficiales bien pagos. No debería sorprender entonces el renacer de la causa Malvinas aunque no me queda claro si huele a ignorancia o a desesperación.

Los ingleses pueden ser piratas, colonialistas y hasta bastante racistas todo lo que se quiera, pero nunca cobardes. No sé si de otros se puede decir lo mismo. Me olvidaba, es posible que contemos con la invalorable ayuda de Mario Firmenich, según gestiones que viene realizando esa célula originada en Puerto Madero y conocida como La Cámpora. Todo un "valiente" que había dispuesto que el que quisiera pertenecer la "orga" debía matar a un policía por la espalda.
Por favor, dejemos en paz a esos isleños que tienen muchas más posibilidades que nosotros de llegar a ser un país en serio..