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Una autora estadounidense entrevistó a mujeres de 20 a 40 años para saber cómo influyó la relación con sus padres. Y descubrió que, como ninguna otra, fue decisiva para que aprendieran de la frustración, a confiar en sí mismas y lograr el éxito.
"LA niñita del papá", esa que hace poco y le aguantan mucho, va en baja. Porque aunque hay excepciones, por estos días los padres no parecen estar interesados en esa relación con sus hijas. El tema es que ya no quieren mujeres dependientes de ellos.
En las últimas décadas, los hombres están criando a sus hijas con el objetivo de que en el futuro sean todo lo contrario de las niñitas del papá: mujeres exitosas y competentes, pero, sobre todo, independientes. De eso se dio cuenta Peggy Drexler, sicóloga social de la Escuela de Medicina de Cornell, que reflejó esta tendencia en su libro Nuestros padres, nosotras mismas: hijas, padres y el cambio en la familia norteamericana para el que entrevistó a más de 75 mujeres exitosas -de 20 a 40 años-. La mayoría de ellas atribuyó la confianza en sí misma a la crianza que había recibido de su papá, pero, sobre todo, al rol de mentor que él jugó en su vida.
Y esa percepción que las hijas tenían respecto de sus padres es la que traducida a términos más técnicos Drexler llama un rol de GPS (Gender positioning system). Es decir, de acuerdo a una de sus columnas en Psychology Today, en la actualidad los padres contribuyen al posicionamiento de género de sus hijas.
Más claro: a través del padre, su primera figura masculina, las hijas se orientan sobre las expectativas de género, que cada vez están más difusas, debido a la rapidez de los cambios sociales.
Y este cambio inconsciente en la relación de los padres con sus hijas estaría relacionado con la creciente llegada de ellas al trabajo y el aumento de mujeres profesionales. "Durante siglos, los padres fueron encerrados en los roles de proveedor y protector. Su trabajo consistía en endurecer a sus hijos (hombres) y entregar a sus hijas a maridos. Hoy en día, las mujeres se están educando y haciendo su camino en el mundo del trabajo. A menudo, su modelo es más su padre que su madre, los miran a ellos como guía en sus carreras", dice Drexler a La Tercera.
Un cambio que, además, se refleja en la estadística: según un estudio de 2009 de la U. de Maryland, en 1909 apenas 6% de las mujeres seguía la misma carrera que su padre. Desde 1976 la cifra se elevó a 20%: las menores de 47 años recibieron el triple de influencia de sus padres en esta elección que las de principio de siglo XX.
"Los estudios demuestran que las mujeres exitosas, cuando eran niñas, estaban intrigadas por la pasión que sus padres sentían por el trabajo", explica a La Tercera Joe Kelly, autor estadounidense de libros de paternidad. Drexler dice que, en general, las que trabajan en ambientes masculinos no se sienten ajenas ni incómodas. Su papá las preparó.
Las niñas grandes no lloran
Otro aspecto que marca esta relación es que se ha establecido que son los padres, no las madres, los que tienen más paciencia con sus hijas y que eso constituye un importante factor de éxito en el colegio y el trabajo, cuenta Drexler.
A eso se suma el que, en términos generales, los hombres son los que alientan a los hijos(as) a terminar las tareas y a soportar mejor la frustración.
En esos términos, una de las mujeres entrevistadas por Drexler comentó que cada vez que jugaba Monopoly con su padre, él lo hacía lo mejor que podía. Nunca la dejaba ganar por ser niña. Según la sicóloga, eso contribuyó a que esta mujer aprendiera cómo conseguir sus logros y que las recompensas se obtienen con trabajo duro.
"Los padres tienden a apoyar a sus hijos e hijas para la preparación al mundo exterior, y lo hacen a través del fomento de la independencia, la gestión de la frustración y la exploración de la novedad. Ahora que la sociedad ha comenzado a aceptar, e incluso a recompensar esas cualidades en las mujeres, parece que el apoyo paterno es más eficaz", dice a La Tercera Kyle Pruett, siquíatra infantil de Yale y autor de numerosos libros relacionados con la paternidad.
Una realidad que Drexler encontró en varias de sus entrevistadas. Los padres de algunas de ellas las trataban igual que a sus hermanos. Ellas los acompañaban a pescar, algunas aprendieron a cambiar el aceite del auto o iban a trabajar con su padre. Como, por ejemplo, Lucía, estudiante de tercer año de Medicina, quien contó que su papá usó esa filosofía en su casa: si se caía y lloraba, él le decía que estaba bien y que las niñas grandes no lloraban.
Lo que ocurre, de acuerdo con la autora, es que muchos padres ahora ven a sus hijas como iguales, incluso a veces superiores que sus hijos en inteligencia, motivación, independencia financiera y habilidad para cuidar de sí mismos.
Excepto en sexualidad. En esto los padres hacen la diferencia de sexo.
Y esta igualdad hizo que desde niñas estas mujeres se sintieran competentes. "A las entrevistadas, los padres les pedían sus opiniones. Eso las hacía sentir apreciadas antes que sus cuerpos comenzaran a atraer la atención", dice la especialista .
Efecto secundario
El cambio, en principio, ha propiciado hijas más seguras y exitosas. Pero también -como un efecto colateral- ha hecho que muchas de ellas busquen con más empeño la aprobación paterna. Y que, de ocurrir algo, estén más dispuestas a perdonarlos a ellos que a sus madres.
Esa dependencia también se refleja en situaciones como las relatadas por algunas entrevistadas, quienes declararon que les faltaba habilidad para pensar por ellas mismas y que terminaban haciendo lo que sus padres pensaban, porque ellos nunca se equivocaban.

por Noelia Zunino E.