Hoy ponemos sobre la mes un tema muy interesante: cómo hacernos entender por ellos, cómo hacer llegar las cosas en nuestra vida en pareja de manera que se nos comprenda y se nos respete.

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¿Realmente nos hacemos entender por ellos? en cosmopolitan.com.esCreo, chicas, que es cierto que algunas de nuestras parejas pertenecientes al sexo físicamente fuerte, conseguirían asombrar a los más reputados expertos en semiótica dadas sus escasas dotes comunicativas - y solo en el rol de receptores, no hablemos de sus recursos expresivos - víctimas de un misterioso trastorno cognitivo. Por no decir que la indiferencia de algunos de nuestros queridas parejas conseguirían que la mismísima Madre Teresa -fuera de sí, perdidas ya la paciencia y la razón- les amenazara con el cuchillo de carne, incrédula ante lo que a todas luces es una inexplicable y enervante burla.


Vale, ya los hemos puesto verdes, y en parte tenemos toda la razón del mundo. No saben "leer" las situaciones, no dan una cuando quieren animarnos, no saben en ningún momento cómo nos sentimos, cómo deberían tratarnos a ese respecto y se muestran extremadamente torpes en situaciones y contextos en los que habrían de ir con el máximo tiento y la más delicada mesura. Podría ser.


Ahora miremos nuestra parte, hagamos capítulo aparte y analicemos peras y olmos... ¿Realmente son tan claras nuestras señales? ¿Por qué suponemos que han de saber a cada paso cómo nos sentimos? ¿Y cómo deberían reaccionar? ¿Tal y cómo esperamos sólo porque es cómo nos gustaría que lo hicieran? ¿Son realistas nuestras demandas o nos estamos pasando un par de distantes poblaciones rurales de largo?
Muchas veces se trata de que nuestro novio es un desastre: no tiene intuición ni sensibilidad y es para enfadarse mucho, porque encima hablas con él de todo lo que hay que hablar, te esfuerzas en explicárselo y ni se entera de nada, ni le interesa enterarse. Caso clínico. Y descendamos a casos ya más o menos aceptables. Quizá algunas de nosotras, por nuestra parte, pidamos demasiado; exijamos que el chico sea una especie de telépata pendiente de nosotras como una especie de guardaespaldas sentimental.


Muchas veces asumimos como certezas pensamientos irracionales del tipo, "si él me quisiera debería haberlo sabido", "debería haberlo hecho, sentido". Suponemos que los valores, percepciones y prioridades de nuestra pareja coinciden con los nuestros. Como las damas de la alta sociedad victoriana de las audaces obras de Lawrence, que se quejan para sí mismas de que sus maridos sean siempre atentos, deseando íntimamente sin soltar prenda, tener un marido dominante, impetuoso y un canalla en la cama. Me atrevo a asegurar que hubiesen hecho felices a muchos de esos caballeros de haber expresado su parecer.

¿Realmente nos hemos asegurado de que nos conozcan hasta ese punto? ¿Hemos dejado que sepan qué nos gusta realmente y qué no? Hemos propiciado esa intimidad que propicie esa comprensión cómplice y comprometida? ¿Tenemos derecho a sentirnos frustradas con ellos?


Por regla general, no podemos pretender que nos den lo que no pedimos, que nuestros más íntimos deseos sean colmados gracias a una continua e innovadora inspiración romántica de nuestro chico... Hemos de hacernos entender, hemos de hacerle ver la importancia de lo que consideramos que es importante, y hemos de ser valientes a la hora de expresar nuestras necesidades. Meditemos. Reflexionemos. Démonos unos momentos para nosotras mismas y decidamos qué queremos de ese zoquete encantador que nos tiene locas, al que adoramos y al que de vez en cuando mataríamos. Si no exiges sino que te entregas, recibirás. Seguramente mucho más de lo que esperabas.

 

 

 

Por la Dra Michelle Nielsen