Por Jorge Aquino
En la década del ´70, Don Julián Santana Barrera, un pescador mexicano, halló una niña ahogada en su islote artificial. Desde aquel entonces afirmaba que el fantasma de la pequeña lo seguía. Para protegerse dedicó el resto de su vida a colgar muñecas en la isla. Hoy su obra fue declarada patrimonio cultural de Xochimilco. En 2005 lo hallaron muerto en el mismo lugar donde falleció la niña.
Se dice a veces que el verdadero patrimonio de un pueblo no está en sus obras de arte o sus bellezas naturales, sino en el folclor y leyendas de su gente.

Historias particulares, de hombres desconocidos y que sus legados y proezas no figuran en ninguna guía turísticas, pueden enseñar más sobre la cultura del lugar que la mera visita a un museo.

Toda ciudad y pueblo tiene un lugar así, solo hay que buscarlo y tal vez lo que encontremos no lo podremos olvidar nunca más. En Xochimilco, México, hay uno de esos lugares, desconocido para la mayoría del mundo pero quienes lo han visitado coinciden en afirmar que su historia es fascinante pero a la vez aterradora.

La niña ahogada

A unos 20 kilómetros al sur del Distrito Federal se encuentra Xochimilco, un lugar mítico y uno de los centros urbanos más importantes del México antiguo, tanto por su belleza natural como por su comercio. Un lugar que comprende 189 kilómetros de canales navegables donde se puede visualizar entre sus aguas a peces, culebras, y a las orillas a todo tipo de animal silvestre. En 1987 la zona de las Chinampas (islas artificiales) recibió el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Su belleza se contrasta con las historias y leyendas más importantes del lugar, y una de ellas es la llamada: “Isla de las Muñecas”, su único habitante, Don Julián Santana Barrera, llego a vivir ahí desde medianos de los años 70 y permaneció en su chinampa por más de 25 años. Para llegar a la Isla de las Muñecas hay que dar un paseo de hora y media por los múltiples canales de Xochimilco en una canoa.

En una época se podía nadar en los canales y se cuenta que una niña se ahogó enredada entre los lirios y su cadáver fue encontrado a las orillas de la chinampa de Don Julián. Desde entonces, una cruz marca el lugar y también a su habitante. Para Don Julián, un hombre de pocas palabras, aislado y hosco, la vida le cambió desde ese momento. Según creía, el espíritu de la infortunada niña había quedado en el lugar y eso lo atormentaba.

Aseguraba que la niña lo visitaba por las noches y se le aparecía flotando en la entrada de su choza. Que en otras oportunidades le quitaba la colcha con la que se cubría para dormir y que su aterrador llanto no lo dejaba descansar.

Pero pronto encontró la solución: rodear su chinampa con muñecas. De distintos tamaños, tipos, de ojos grandes o pequeños cuerpos, todas dispuestas a protegerlo. Colocó alambre a lo largo y a las orillas de la chinampa y de ahí las colgó: del cuello, de la mano, de donde se pudiera, pero siempre vigilando el lugar. Así fue como todo comenzó.

Don Julián llegaba al barrio e iba juntando en su carretilla muñecas viejas, pero más adelante también los lugareños comenzaron a llevarle muñecas. Él solía decir que “aparecían ahí”. Otras versiones dicen que cuando se limpiaron los canales en lugar de vestigios de culturas anteriores salieron los restos de un hospital de muñecas y Don Julián las aprovechó para usarlas como protección en su isla.

Los lugareños lo reconocían como ermitaño y para otros era un señor que causaba temor. Igual temor se sucedía cuando transitaban frente a su choza, que se caracterizaba por tener en su periferia cientos de muñecas colgadas de árboles y otras más clavadas en troncos que le servían “para espantar al espíritu de la niña...”.

¿Quién era Don Julián?

De acuerdo con el relato de pobladores antiguos, “en los años 50 Don Julián, cultivaba verduras que vendía a orillas de su chinampa. Siempre iba con su calzón blanco atado hasta las rodillas y con un canasto. Era un hombre muy retraído, caminaba por los Barrios pregonando la palabra de Jesús y en cada esquina rezaba. Con el paso de los años Don Julián, se dedicó a recoger las muñecas que eran enviadas a la basura.

Tiempo después no se supo nada de aquel extraño hombre”. En los años noventa cuando se realizó el rescate ecológico de los canales de Xochimilco, llamó la atención que su chinampa estuviera rodeada de decenas de muñecas colgadas de árboles, otras, clavadas en troncos y piedras. Don Julián afirmaba que eran para obtener buenas cosechas y para ahuyentar a los malos espíritus. Vivía en una choza construida con vegetación y ramas del lugar, vivía como un ermitaño en pleno siglo XX.

“Don Julián, tenía una muñeca preferida que era ‘La Moneca’ y siempre la trasladaba de una choza a otra a modo de amuleto. Una de estas casuchas tenía cruces que hacía con pedazos de madera, recortes y fotografías de personajes de la política de Xochimilco, artistas y gente que lo iba a visitar. Su cocina estaba al aire libre y tenía una olla hecha con barro, una pava de fierro, tenía alrededor de su cocina, colgados carpas secas que pescaba frente a su isla, también tenía recortes de diarios de los reportajes que le realizaban”.

La “Isla de las Muñecas”, se convirtió en un lugar obligado para los turistas que tratan de comprender la vida de un hombre enigmático y misterioso -o como es conocido en la actualidad- un hombre-leyenda, que hablaba con la sirena, que tenía muñecas en su chinampa para “espantar al espíritu”, que fue una persona que se aisló del mundo y que le cantaba a su soledad, le cantaba al gran pez blanco que lo visitaba en cualquier momento para que no se lo llevara. Una advertencia se comenta entre los lugareños: “Hay de aquel que venga a Xochimilco y no visite la chinampa de Don Julián, el “señor de las muñecas”, ya que seguramente el espíritu lo espantará”...

Una muerte misteriosa

De manera sorprendente, Julián murió en el mismo lugar donde fue hallada la niña ahogada. Ese día, el anciano se acercó al canal para pescar, mientras le comentaba a su sobrino Anastasio que una sirena se lo quería llevar, pero él le iba a cantar para que no lo hiciera. Momento después, Anastasio se fue a ver las vacas y cuando regresó, ya no había nada que hacer: Julián había muerto de un infarto y había caído al canal.

Hoy la chinampa de Don Julián ha sido convertida en lugar eco-turístico… Un lugar plagado de muñecas atadas con alambres a los árboles, colgadas en cualquier rincón. Podría decirse que el espíritu de las muñecas penetra cada rincón de la isla, observándolo todo. Los que visitan la isla flotante de Don Julián coinciden en afirmar que uno se siente perseguido por la mirada de las muñecas desde que se llega a la chinampa y hasta que se va.

Pero quienes conocieron a Don Julián se encargaron de dejar una inquietante y tenebrosa afirmación, pues cuentan que el hombre no ha muerto, sino que se lo han llevado las sirenas.#