Lo comparan con Marco Polo y Colón por dar dos vueltas al mundo en 10 años a bordo de su moto. Antes de contar su odisea en Ezeiza, habló con 24CON sobre su encuentro con Juan Pablo II, su boda en India y su experiencia cercana a la muerte.
Su viaje de 735 mil kilómetros duró exactamente 10 años, 2 meses y 19 días. Recorrió 279 países y 6 continentes. Cambió 9 veces el asiento de su moto, consumió 12 baterías, 700 litros de aceite, 42.000 litros de nafta y 86 cubiertas. Llenó de sellos 11 pasaportes de 64 páginas cada uno. Y ahora cuenta todo en el sur del Conurbano, a través de una experiencia audiovisual única plagada de sensaciones, emociones y cientos de anécdotas. 
Emilio Scotto entró en 1997 al libro Guinness por el mayor recorrido en dos ruedas de la historia, récord que mantiene hasta la actualidad. Del ’85 al ’95, le dio dos vueltas consecutivas al mundo montado en su “Princesa Negra”, de Este a Oeste y de Oeste a Este, con desvíos de Norte a Sur y de Sur a Norte. Una distancia similar a la que hay entre la Tierra y la Luna, de ida y vuelta. 

El 18 de noviembre, el osado motoquero dará frente a unos 200 privilegiados su primera conferencia pública con video-show en Ezeiza. “Es como ir a ver una película, pero contada por mí a viva voz y en tiempo presente. Es la historia de un niño que soñaba con viajar pero, con el montaje visual y la música, son los espectadores los que viajan”, cuenta él, ilusionado, a 24CON, al tiempo que asegura que se trata de “toda una velada, porque la gente se entusiasma y me pregunta muchísimas cosas. Trato de hacerles ver el mundo de una manera distinta”.

Scotto fue desde Buenos Aires hasta Manchuria, desde el Cabo Norte hasta el Farallón de los Pájaros, desde Timbuktú hasta las estepas del Kan Kubilai, desde la Conchinchina hasta las Minas del Rey Salomón. Aunque su mayor logro lo obtuvo muchos años después de su travesía, en 2002, cuando lo incluyeron en la inmortal lista de los 40 exploradores más grandes de la historia, junto a Marco Polo, Cristóbal Colón, Hernando de Magallanes, la aviadora Amelia Earhart y hasta Neil Armstrong. Y no es azaroso destacar a este último, porque su logro histórico fue justamente uno de los incentivos más grandes que tuvo el argentino para concretar el suyo.

En el barrio de Palermo, y en plena dictadura militar, Emilio dio forma a su sueño de chiquito. Incluso especula con que “antes de decir ‘mamá’, creo que dije ‘mundo’”. A los 8 años, su madre le regaló su primer atlas, y no dejaba de mirar los raros nombres de las capitales de Oriente. Pero lo que más le llamaba la atención no lo encontraba en los mapas: “Quería llegar a la Luna, hasta que pasó lo del Apolo 11 y lloré como nunca. Entonces me dije: ‘ellos me quitaron la Luna, yo voy a ir por el mundo’”, asegura.

Ironías de la vida: a raíz de su expedición, terminó desarrollando luego una amistad con el segundo de Armstrong, Buzz Aldrin, a quien le dedicó el libro en que relata su viaje. Ahora suele encontrárselo bastante seguido, cuando ambos coinciden dando conferencias en diferentes países. 

Alma nómade
“Siempre supe que quería dar la vuelta al globo, pero no tenía idea de cómo”, recuerda Emilio. Hasta que se topó con su compañera de aventuras y todo se volvió más claro. “Fue un accidente, un regalo del cielo. Era la época de Martínez de Hoz y no tenía un centavo. Un amigo vino y me dijo que se había comprado una moto. Fuimos a la agencia y vi sobre el mostrador el mensaje ‘El mundo es suyo en dos ruedas’ con la foto de la Honda. Así que los  convencí para que me la vendan en cuotas, sabiendo que no la iba a poder pagar. Después, con tantas devaluaciones, me la terminé quedando casi gratis”, admite, consciente de su suerte.

A los 30 años, se decidió. Renunció a su trabajo como visitador médico, agarró la Honda Goldwing 1100 negra, unos 300 dólares que había ahorrado y emprendió su odisea. “En el laburo se enojaron, y mis amigos ni siquiera me hicieron fiesta de despedida. Nadie me creía que realmente lo iba a hacer”, recuerda. Una década después, los escépticos lo recompensaron: su llegada al Obelisco porteño fue con una caravana de miles de personas que lo ovacionó siguiéndolo desde Mar del Plata.

El nombre de su moto también surgió de casualidad, durante el primer año de viaje. “Fui a un programa de televisión en Estados Unidos y al reportero se le ocurrió decir que era más que una moto, que era una ‘Black Princess’. Y nunca más dejé de llamarla así”, dice. Al finalizar su aventura, lo homenajearon fabricándole una nueva "Princesa Negra", mientas que la original quedó en exposición en el Hotel Riverside de Las Vegas, “codeándose” con otros vehículos famosos como el 4x4 de una película de John Wayne, la moto de Los Tres Chiflados y el DeLorean de “Volver al Futuro”.

“Nunca me quedé quieto en un lugar. Cruzaba el Pacifico en barcos cargueros, y el Atlántico en aviones de carga, pidiendo que me llevaran sin pagar”, detalla sobre el largo recorrido.

Del Papa a Khadafi
La experiencia de recorrer el mundo dos veces de punta a punta fue considerada casi una locura en una época donde no había celulares, GPS ni Google Maps. “Llamar por teléfono a otro país era carísimo. No estaba preparado, ni siquiera me fui con ropa de moto. Salí con zapatillas Pampero y camisita, ¡y gracias que tenía casco!”, confiesa el explorador.

Sin embargo, el interés de la gente fue creciendo, sobre todo después de que Juan Pablo II bendijera su viaje. “Llegue a la embajada en Roma y le pedí al embajador que me contactara. Se me rió en la cara pero igual preguntó, y terminé sentado al lado del Papa. Hasta me tuvieron que prestar ropa. Como no había pasado algo así en 500 años de papado, salió en los diarios y mi historia adquirió un carácter muy serio”, cuenta Emilio. A partir de entonces, se hizo corresponsal de varias revistas en los países que visitaba, aprovechando que había aprendido cinco idiomas a lo largo de la travesía. 

“Tené cuidado en África”, le había aconsejado Juan Pablo II durante su entrevista. Y tenía razón. A los 9 meses de estar en ese continente, el motoquero contrajo malaria en Congo. “Casi me muero, aunque ya sabía que era una posibilidad. Fue otro accidente favorable porque, caminando por la selva, débil como estaba, llegué a un claro con casitas y en una de ellas había cinco argentinos: un cura y cuatro médicos, y uno era especialista en malaria. Les costó mucho, pero me salvaron la vida”, rememora.

La fama que adquirió le sirvió para “chapear” con el nombre de Diego Maradona, que le había pagado “un hotelito” en Nápoles. Pero también le trajo dolores de cabeza: estuvo preso seis veces, acusado de narcotraficante y hasta de espía. “Viví los dos extremos. En Libia, Khadafi me recibió en un estadio repleto de gente que gritaba ‘¡Argentina, Argentina!’ y me dio 500 dólares para la nafta. Y en Liberia me encerraron, diciendo que tenían pruebas de que iba a matar al presidente”, relata, entre risas, revelando su encuentro con el dictador recientemente asesinado.
Emilio muestra sus pasaportes junto a Jay Leno.
Como si todo esto fuera poco, Scotto se las ingenió para incluir en medio de su recorrido una ceremonia decisiva para su vida personal: se casó en India con Mónica, una novia que había dejado en Tapiales diciéndole que fuera feliz, “que hiciera su vida y tuviera hijos”. Ella no lo escuchó y le contestó que lo esperaría. Y esa promesa quedó rondando incansablemente en la cabeza del viajero.

“Me di cuenta de que buscaba en el futuro lo que había dejado atrás. Entonces la llamé, le pedí que me acompañara, aceptó, viajó y, en vez de ser mamá, se convirtió en aventurera”, dice él, orgulloso. Después, tuvieron otras muchas bodas por el mundo. Tantas que nunca fueron capaces de separarse, y ahora ella es también su representante.

“Hasta que me dé la piel, seguiré viajando”, afirma Emilio, sin dudarlo. Además de brindar conferencias para fomentar el turismo extranjero en Argentina, tiene convenios con una empresa de alquiler de motos y con BMW para llevar contingentes locales a diferentes partes del país y del globo, en dos o cuatro ruedas. Primero lo concretó en África, y próximamente lo hará en Marruecos y China. 

Paralelamente, está en tratativas para que algún canal de televisión financie el proyecto “Caravana”, un reality show de 50 capítulos que mostrará una expedición de motos, camionetas  4x4, camiones y helicópteros. “Es como un Gran Hermano sobre ruedas. Se anotaron 4.000 personas y se van a elegir 20. El piloto costó 100 mil dólares”, señala él, en su faceta de productor.

El video-show de Scotto en Ezeiza será el sábado 18 de noviembre desde las 21, en Paso de la Patria 266. Para averiguar tarifas y reservar un lugar, se puede escribir a emilio@emilioscotto.com.