Imagen: Homard.net en Flickr. (CC)
La tradición, que se realiza el día de la resurrección de Jesús, nació en tiempos de cristiandad, como posible consecuencia de la Cuaresma, cuando se producía una acumulación de huevos debido a que no se podían consumir, al igual que los productos lácteos.
Como habían tantos huevos, se tomó la determinación de que los más frescos se consumirían de forma normal y los más añejos, se cocerían para una mayor conservación y decorarían con una fina capa de cera líquida, generando así la costumbre de colorearlos para regalarlos después.
Con los años, los países anglosajones adoptaron la norma de entregar huevos de chocolate. Estos eran decorados de colores que emularan el sol, escondidos de los niños, quienes los buscaban el día de Pascua de Resurrección.
Pero, ¿por qué es un conejo el que entrega los huevos y no un ave?
La explicación señala que, al igual que los huevos, el conejo representa la fertilidad, por lo que tenía un gran valor simbólico para estas fiestas.
Aunque también existe la leyenda (de la tradición católica), que habla sobre que el conejo estuvo encerrado en el sepulcro junto a Jesús y presenció su resurrección, por eso, al presenciar el milagro, salió de la cueva y entregó huevos pintados y otros dulces a los niños, transformándose en el Conejo de Pascua.
Esta tradición que comenzó siendo germana y anglosajona ya es trasmitida a todo el mundo. En nuestro país son muchos los que hacen filas y buscan el huevo o conejo perfecto para la ocasión.
Incluso, en la Casa Blanca de Estados Unidos, se realiza una tradicional competencia que consiste en rodar huevos, quién más distancia recorra sin romperlos, gana.
La venta de huevos se ha hecho tan popular en esta época, que en el año 2006, la Maison du Chocolat de Londres puso a la venta un huevo de pascua decorado con incrustaciones de diamantes, cuyo costo fue de 76.000 euros.
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