"No aceptaré, por segundo año, el maltrato a mi hija. Llegaré hasta las últimas consecuencias". Así decía la comunicación que Roxana, apoderada de un colegio particular de la capital, le envió a la profesora de su hija. Según relata, los problemas se arrastraban desde el año anterior, cuando la educadora llamaba la atención a la alumna por todo. Incluso, por actitudes como pararse del puesto, que antes habían tenido otros niños y que no habían sido sancionadas.

"El año pasado, mi hija no quería venir al colegio. Hablé con la profesora jefa, quien accedió a interceder", comenta la apoderada. Las cosas se calmaron un poco, pero este año los problemas volvieron. El punto cúlmine llegó cuando la niña no encontró el cuaderno en su mochila. Según la apoderada, la profesora llamó a inspectoría y frente a toda la clase revisó todas las mochilas, señalando que la alumna aseguró que le habían robado. "La avergonzó frente a todos", dice. Al día siguiente, Roxana envió la comunicación escrita a la docente.

Los conflictos de este tipo son comunes y han aumentado. "Los apoderados reclaman más que antes. Son sobreprotectores y quieren éxito con poco esfuerzo: que sus hijos tengan buenas notas con poco estudio", dice el director de un colegio privado, quien señala que la mayoría de los reclamos que llegan al establecimiento son precisamente por exceso de tareas. "La mayoría reclama porque tienen que llevarse los cuadernos al lago el fin de semana".

Otras razones son la disciplina y la clásica "mala barra" del profesor hacia un alumno. Muchas veces, los conflictos se extienden a todo un curso. Sucedió el año pasado en otro colegio privado de la capital. Todo el curso, de enseñanza media, se quejaba que no le entendían al recién contratado docente de matemáticas, mientras éste reclamaba que los alumnos escuchaban música, en vez de ponerle atención. El promedio general del curso en el ramo apenas superaba el 4, el tema copó las reuniones de apoderados de todo el año y llegó, incluso, al rector.

Si bien algunos establecimientos cuentan con protocolos para manejar estos conflictos, la mayoría teme las visitas de apoderados. Sobre todo, porque parte importante de los padres hace justamente lo que no se debe, según los especialistas. Esto es, indisponer aun más a los niños con el profesor; acudir de inmediato al director; conformarse sólo con el relato de los hijos y usar el dinero de la mensualidad como herramienta de poder. "Hay una tendencia a decir 'yo pago y tengo derecho a que si algo no me parece, lo digo de cualquier manera'", dice María Alicia Halcartegaray, sicóloga que se dedica a asesorar a colegios en estas materias.

Otro error común, asegura Melania Barros, sicóloga de la U. Andrés Bello, es no dejar un espacio para la autonomía de los niños. "Eso crea que no adquieran confianza para resolver un problema". Ella recomienda a los padres actuar como mediadores hasta quinto básico y de ahí en adelante, cumplir un rol de contención y aconsejar sobre lo que el hijo debiera hacer.

Otra fuente de conflictos se dan porque los padres creen que el colegio debe reproducir la misma lógica del hogar. "La disciplina en una escuela debe ser más rígida, si no sería imposible manejar a 30 personas en una sala ", sostiene Halcartegaray.

Por eso, las expertas recomiendan que cada uno cumpla su rol y no tratar de imponerse frente al otro y recurrir a las máximas autoridades sólo como última instancia. Por último, si el colegio no responde y el problema se torna grave -maltrato o abusos-, sacar al niño del colegio.

La contraparte

También los profesores se equivocan y pueden complicar las cosas. Entre sus errores más comunes está no aceptar críticas, culpar a la educación de la casa de los conflictos en el aula y no aclarar lo que esperan de los padres. "Dicen cosas como que hay que apoyar a los alumnos en casa. Debiese especificarse qué se espera de los padres". dice Halcartegaray.

Los colegios, por su parte, deberían entrenar a los docentes para manejar la comunicación con las familias y participar cuando los involucrados no pudieron resolver el problema. "El colegio debe cuidar al profesor y no exponerlo a agresiones", dice Isidora Mena, directora de Valoras UC. Esto, porque una de las imágenes que más temen los docentes es la de 40 padres enrostrándole su error. "Cuando esto sucede es porque el colegio no fue sensible para captar el problema", dice Halcartegaray.

Las estrategias de los colegios
Algunos establecimientos han decidido establecer reglas para resolver estos conflictos. Algunos ejemplos: entrevistas personales en vez de reuniones de apoderados y canales estrictos de comunicación, como, por ejemplo, que quien atienda a los padres sea el profesor y no otro. Este es el caso, por ejemplo, del colegio Pucalán Montessori. En caso de que profesor y apoderados no resuelvan el problema, pasa al coordinador de nivel. Finalmente, si el problema pasa a mayores, se contactan con la directora. "A veces los padres se saltan los canales y llegan quejándose directamente a mí. En ese caso los mando con el profesor", explica Bernardita Jensen, directora de Pucalán.

Un procedimiento similar tiene el colegio San Ignacio Alonso de Ovalle, aunque con un equipo de formación integrado por un psicólogo, un psicopedagogo y un pastoralista. "El colegio tiene el único deber de permanecer como coordinador durante todo el proceso. En caso de que haya problemas, tenemos un equipo de profesionales que no toman parte del problema y que pueden ayudar tanto a profesores como a alumnos a resolver los conflictos desde una mirada más objetiva", comenta Cecilia Araya, directora de primer ciclo del colegio San Ignacio.

En el colegio Cumbres, los problemas se detectan desde antes, gracias a que los "asistentes de familia" -personas de la alta dirección del colegio- se reúnen con cada grupo familiar y de todos sus hijos en el colegio periódicamente. "Se abordan temas más allá de lo escolar y cada asistente toma al niño en primero básico hasta cuarto medio", indica el subdirector académico Tulio Barrios