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El 19 de octubre de 1928, en el diario "Crítica", y como personaje secundario de la tira Aventuras de Don Gil Contento, apareció por primera vez Patoruzú. Originalmente llamado "Curugua-Curiguagüigua", ese mismo día se le cambió el nombre por el popular "Patoruzú".
Después de viajar a Estados Unidos en 1933 y contactarse con los Estudios Disney, llegó la consagración de Quinterno cuando en noviembre de 1936 apareció el primer número de la revista "Patoruzú", que agotó en pocas horas los 100.000 ejemplares.
En 1938, Quinterno se casó con Rosa Schiaffino, con quien tuvo tres hijos: Dante, Walter y Mónica. Posteriormente, sus dibujos formaron parte del séptimo arte: el 20 de noviembre de 1942, se estrenó en el cine Ambassador -el mismo día que una obra clave del cine nacional, "La guerra gaucha"-, el corto de 15 minutos “Upa en apuros”, que fue el primer dibujo animado argentino en colores.
Paturuzú es un hombre puro, simple y sencillo; sobrio, estoico, buen creyente y, aunque seguro de sí mismo, sumamente modesto. Es extrovertido y de una aguda sensibilidad, dentro de su marcado carácter masculino.
Sin necesidad de caer en lo "sexy", Paturuzú no debe permanecer marginado de la relación normal hombre-mujer. Cuando lo requiera la exigencia argumental, Paturuzú se revelará ante el lector como permeable al atractivo femenino y, si su impulso es conducirse de acuerdo a su sexo, su complejo de fealdad física y su pudor ante el sexo opuesto le impondrán cierto freno a sus exteriorizaciones amorosas lo que, bien manejado, puede dar lugar a incidencias humorísticas. Estas situaciones deberán ser tratadas por el guionista con tacto y buen gusto.
A propósito del poder sobrehumano del indio Paturuzú, este emana de una misteriosa fuente de energía que proviene de lo más recóndito de sus orígenes. Es como si toda la enigmática fuerza de su raza, de sus antepasados, acudiera en su auxilio cuando necesita de esa arrolladora energía para hacer triunfar el bien sobre el mal.
En el fondo, su condición de imbatible no es más que un símbolo, si se quiere, esotérico y mítico.
Paturuzú traspone las fronteras de lo humano para transformarse en un símbolo del bien, Sin embargo se recomienda al guionista no abusar de los recursos inverosímiles, esto podría con el tiempo, ir alejando al lector del clima de realismo que en lo posible debe vivir cuando lee nuestras historietas.
En consecuencia, fuera de esta facultad de poder sobrenatural, la que será manejada discrecionalmente, Paturuzú debe ser considerado como un ser absolutamente normal.