Un “niño salvaje” o “niño feral” es una persona que ha vivido apartada de la sociedad durante un largo período de su infancia. Tal vez por haber sido abandonados entre animales o que estos los hayan robado, o porque solo se hayan extraviado, la cosa es que estos niños han perdido todo contacto con los seres humanos y solo adquirieron las costumbres de los animales adoptantes. En estos casos se incluye desde personas que no han tenido el más mínimo contacto humano durante años, hasta niños que han sido confinados por sus progenitores en sitios donde solamente se les alimentaba. Se han conocido pocos casos bien documentados pero han sido muy estudiados por su interés sociológico, médico y lingüístico.

El término feral proviene del latín ferâlis (‘feroz, letal’), y éste de fera: ‘fiera, animal salvaje’. La Real Academia Española lo define como un adjetivo en desuso, que significaba ‘cruel, sangriento’.
Los niños salvajes perdían las características humanas y adquirían propiedades animales como una gran vellosidad, imposibilidad de hablar y dificultad para caminar erguidos de forma permanente. Estos niños muestran poca sensibilidad al frío y al calor, poseen visión nocturna y sentido del olfato muy desarrollado; imitan sonidos de animales y prefieren la compañía de éstos a la de los humanos; olfatean la comida que van a ingerir, duermen del anochecer al alba, de acuerdo con las estaciones; y parecen ser sexualmente indiferentes. De todas formas, estas características dependen del momento en que los abandonen y se los encuentren y del grado de interacción con animales y con personas durante su período al margen de la sociedad.
Cuanto más temprano es el aislamiento y más tardío su hallazgo, más difícil es integrar a estas personas en la sociedad. Por este, a veces es nulo el contacto con otros seres humanos y por el trato vejatorio que sufren en ocasiones, su educación es extremadamente compleja y a menudo frustrante para los profesionales que se ocupan de su reinserción. Suelen pasar de un hogar adoptivo a otro y es frecuente que mueran jóvenes.

La hipótesis del período crítico establece, básicamente, que los humanos tienen una sola “ventana de oportunidad” para aprender su primer idioma: si ese período transcurrió sin exposición al lenguaje y sin poder practicarlo, la oportunidad se perdió para siempre. Esto hace a la etapa de formación física del cerebro más que a la cantidad de interacción social a esa edad. No hay una conclusión definitiva en este debate, ya que los ejemplos de la vida real de niños ferales han brindado pruebas sobre esta teoría y sobre lo contrario. Desde la historia de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, criados por una loba, hasta la actualidad, hay miles de casos sobre niños salvajes, pero en esta nota dejaremos a continuación algunos de los más destacados.

                                    Oxana, la niña-perro
Un caso de “niño salvaje” es el de Oxana Malaya, nacida en noviembre de 1983 en Ucrania. Fue hallada a los 8 años de edad en 1991, habiendo vivido la mayor parte de su vida en compañía de perros. Adquirió gran número de hábitos caninos y tuvo dificultades para manejar el lenguaje. Desde que se la encontró, vive en la clínica Baraboy para discapacitados de Odessa.
Los padres de Oxana, alcohólicos, eran incapaces de cuidarla. Habitaban en una zona empobrecida por la que campaban perros salvajes. Vivió en una caseta de perro tras su casa, donde fue cuidada por estos animales, de los que aprendió su comportamiento y maneras. Gruñía, ladraba o se encuclillaba como un perro salvaje, olisqueaba la comida antes de ingerirla y se descubrió que tenía agudizados los sentidos del oído, el olfato y la vista.
Cuando la encontraron, a Oxana le fue difícil adquirir habilidades humanas y emocionales normales. No había tenido ninguna estimulación intelectual ni social, y su único apoyo emocional había provenido de los perros con los que vivía. Al día de hoy, Oxana puede hablar y gran parte de sus problemas de comportamiento se han remediado. Aún está por verse si podrá formar relaciones estables y sentirse parte de una comunidad humana

                                       Amala y Kamala
Uno de los hechos más resonantes en la prensa, ocurrió en la India, y fue el caso de las supuestas hermanas Amala y Kamala, de quienes se dice fueron criadas por lobos. Las niñas dormían juntas, aullaban, comían carne cruda, usaban sus uñas y dientes para su defensa personal, y además, según testigos, poseían un olfato extraordinario además de tener la habilidad de ver en la oscuridad.
La historia de estas niñas empieza en 1920, cuando un misionero llamado J.A.L. Sing, que se encontraba a las afueras de Midnapore, fue informado por un nativo horrorizado que había un fantasma en el bosque. Cuando Singh fue a investigar lo que ocurría, acabó descubriendo a dos niñas desnutridas y salvajes en la madriguera de unos lobos, a quienes la madre loba defendía como si fueran sus cachorros.
Se constató que no parecía haber vínculos familiares entre las dos, lo que llevaba a la sorprendente conclusión que la loba las había recogido en diferentes situaciones.
Tan solo 1 año después del ingreso de las niñas en el orfanato, la pequeña Amala enfermó y murió de disentería.  Cuando Amala falleció, se vio a Kamala llorar (además, se la tuvo que separar por la fuerza del ataúd de su “hermana”). Pasó las semanas siguientes refugiada en una esquina y aullando en las noches.
Kamala en 1929 contrajo la fiebre tifoidea y murió tras dos meses de enfermedad. Fue enterrada junto a Amala en el cementerio cristiano de St.John.

                  El caso de Víctor de Aveyron
  El 18 de enero de 1800, un niño desnudo, con la cara y las manos llenas de cicatrices, apareció en las afueras de Saint-Sernin en la escasamente poblada provincia de Aveyron en la parte sur central de Francia. El chico, que sólo medía 1.35 mts, pero aparentaba tener 12 años, había sido visto varias veces durante los dos años y medio anteriores, trepando los árboles, corriendo en cuatro pies, bebiendo en los arroyos y buscando afanosamente bellotas y raíces. Había sido capturado dos veces, pero había escapado. Entonces, en el inusualmente frío invierno de 1799-1800, comenzó a aparecer en las granjas en busca de alimento y finalmente fue capturado. Durante su cautiverio, Víctor aprendió los nombres de muchos objetos y pudo leer y escribir frases simples, expresar deseos, seguir órdenes e intercambiar ideas. Sin embargo, aparte de algunos sonidos vocálicos y consonánticos, nunca aprendió a hablar y se mantuvo indiferente a la mayoría de los placeres de la vida social. Víctor murió en 1828 cuando tenía alrededor de 40 años
                    
                                       El verdadero Tarzán
  El caso de John Ssabunnya, es uno de los más importantes debido a que es el único que ha aprendido un lenguaje y ha podido comunicarse con otros hombres luego de su terrible experiencia.
Se sabe que nació en Uganda, hace aproximadamente 25 años, y al igual que la historia de Tarzán, fue criado por monos en la selva africana. A la edad de 5 años, John fue rescatado en 1991 de entre los monos, y si bien es cierto, el joven tiene aún terribles problemas para el aprendizaje, ha podido entablar comunicación con diversos investigadores a quienes les ha confirmado que los monos lo cuidaban y protegían, que incluso decía, jugaba con ellos y convivía con ellos, en paz.
Actualmente, John tiene unos padres adoptivos quienes lo crían con paciencia, asiste a una escuela en donde está aprendiendo a leer, a escribir e incluso pertenece a un coro pues según dicen, posee una buena potencia vocal. El “verdadero Tarzán”, como es llamado Ssabunnya ha logrado pues adaptarse a la vida de la comunidad a donde pertenece y se espera que una vez que haya logrado su total adaptación pueda hablar más, sin misticismo ni fantasía, sobre su verdadera historia.#